Por Carlos Rodrìguez Carvajal
Santo
Domingo.-A propósito de la tragedia de este domingo por la noche en
Mao, Valverde, en que fallecieron "accidentalmente" 13 de 18 inmigrantes
ilegales que eran trasladados "atestados" en una "jeepeta", no queda de
otra que dibujar en el rostro una muesca expresiva de decepción, al
escuchar analistas y comentaristas radiales y de platafornas desdibujar
la realidad y desorientar a las audiencias con afirmaciones tan
simplistas y disparatadas como atribuir el suceso a la
"irresponsabilidad e indiferencia" de personas que ejercen la trata
humana y trafican con el dolor ajeno.
Lo
más decepcionante es que tales afirmaciones provienen de personas con
pedigrí profesional en ciencias políticas, economía, sociología...; y
que en algún momento de sus vidas tuvieron reputación como supuestos
'teóricos' del marxismo y hasta ejercieron niveles de liderazgo entre
organizaciones de las izquierdas o en su defecto dirigieron, sindicatos,
gremios, movimientos y grupos de presión, tal como la cosa ésa, amorfa y
"aséptica", que ellos mismos se empeñan en continuar denominando
sociedad civil.
Mientras
más escucho sus aberraciones, más entiendo su fracaso por organizar
partidos con arraigo político, con personerías propias; y mejor percibo
la razón por la cual ellos se han visto en la obligación refugiarse en
los partidos políticos que tratan de manera tan despectiva, como única y
contradictoria manera de sobrevivir tan indignamente con sus antípodas,
constituyéndose por una parte en sociedad civil mientras por la otra,
lo hacen como sociedad política.
Es
que la tragedia ocurrida en el municipio Mao y otras que con inusitada
frecuencia se registran aquí y en otros países, ora a través de
fronteras terrestres ora en rutas oceánicas o marítimas como el
Mediterráneo y nuestro Canal de La Mona, nada tienen que ver con la
"irresponsabilidad" ni la "indiferencia" de nadie.
En
realidad se trata de un fenómeno socio- económico cuya naturaleza
consiste en la necesidad de grupos humanos de buscar formas de acumular
riquezas de la manera que fuere necesario.
En
este caso, lo hacen mediante el tráfico de seres humanos, de gente que
desesperadamente persigue alcanzar alguna forma de bienestar para poder
superar la pobreza que le golpea en su habitad de origen.
Se trata del fenómeno que en sus tratados de economía política el más
preclaro científico social del siglo XIX, Carlos Marx, denominó
"acumulación originaria de riqueza" y que en otra etapa, ya "lavada",
legitimada y puesta esa riqueza en pleno proceso de producción de
plusvalía, el mismo Karl Marx denominó "acumulación originaria de
capital".
Esa
trata de humanos, conjuntamente con los tráficos y contrabandos de
armas, drogas y otras mercancías, las evasiones, elusiones, el chantaje,
los despojos de propiedades, los desfalcos, extorsiones, "concesiones" y
asignaciones de bienes públicos al dominio privado a cambio de nada o
de muy poco; compras y ventas de bienes y servicios sobrevaluados o
devaluados, así sea el objetivo y conveniencias de los acumuladores,
entre otras modalidades, forman parte del proceso más o menos violento
en la etapa de promoción y desarrollo del sistema.
Nada que ver, repito, ni con irresponsabilidad ni con indiferencia. Son
métodos de trabajo propios o inmanentes, que le dan vida y esencia al
sistema.
Es
la razón por la cual en algún momento de lucidez de esos mismos
"analistas y comentaristas" de temas periodísticos, a ellos se les
escuchó hablar del "capitalismo violento y brutal".
El autor es periodista
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